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El derecho a la suspicacia



No salgo de mi asombro con el tratamiento de relevancia ¿informativa? que ha dado hoy, domingo, el diario El País, a su portada del número diario. Media superficie para el mismo tema que, a su vez, es frontal de su edición semanal. He indagado en la edición digital y la misma ¿información? aparece igualmente destacada.

 

Voy por partes, nada que oponer al tratamiento informativo del semanal. Lo he ojeado y la información interior tiene interés y está bien tratada. Lo que no tiene pase es la primera de la edición diaria en papel, con el anuncio y avance del reportaje sobre la nueva propietaria de Inditex, y foto destacada de la protagonista, a dos columnas y media.

 

Soy lector asiduo de El País. En edición papel los fines de semana y digital (a la que estoy suscrito) el resto de los días. Desde siempre es un periódico que me ha enganchado por el tratamiento informativo exquisito de las noticias y de la opinión, algunos de cuyos artículos guardo en mi archivo personal. Conservo en envoltorio cerrado de plástico, el primer numero del martes, 4 de mayo, de 1976, a solo un año del medio siglo de existencia. Soy consciente de que tiene su línea ideológica, y que con sus afines, recurre al guante de seda, mientras no oculta el puño de hierro con los díscolos y que, en ocasiones, pone más víscera que corazón.

 

Nada, por otra parte, que no sea historia viva del periodismo, siempre que se trate de informaciones veraces y contrastadas. En definitiva, como periodista que nunca dejaré de ser, de este diario destaco, por encima de todo, su impecable manufactura en prioridades de actualidad y tratamiento narrativo de la información.

La portada de un periódico es la tarjeta de presentación del medio. Debe estar inmaculada de todo lo que no sugiera noticia en estado puro

Pero en esta ocasión se ha columpiado. Hay que reconocer que la exclusiva es muy buena. Que el mundo informativo de Inditex (una firma popular como Zara es una de sus empresas) ha sido un escenario hermético para los medios de comunicación, incluso para las capturas publicitarias de los departamentos comerciales. Precisamente por eso, me choca este tratamiento desmesurado, que induce a sospechar que sobre la información priman intereses publicitarios y crematísticos.

 

Nada tengo contra el publirreportaje, siempre y cuando se identifique como tal. No hay un indicio. Además, la portada de un periódico, según me enseñó la práctica del oficio, es territorio exclusivo de los ojos del lector. Es la tarjeta de presentación del medio, y ésta debe estar inmaculada de todo lo que no sugiera noticia en estado puro. La relevancia informativa de este trabajo podría haber tenido su referente con un sumario en primera, no este despliegue a todas luces exagerado.

 

Soy periodista de la vieja escuela. Practicante de un purismo informativo que no se lleva, porque las malas prácticas actuales han hecho de la información campo abonado a todo lo contrario: la desinformación.

 

Para mí, El País es una isla en este revuelto de confusionismo en que transita el periodismo, una profesión maravillosa que practiqué como un enamorado cuarenta años en otro medio en el que primó la honradez informativa, con sus errores, que también los hubo. Hoy, con esta información confundida, con todo el derecho a la suspicacia, con publicidad, un icono de la buena y cuidada información, para mí y para muchos lectores, estoy por decir que se ha tambaleado. Muy conveniente que recurran de nuevo a su Libro de Estilo.


Texto. Ángel Alonso

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