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Un congreso del PP para no molestar a nadie, ni siquiera a Sánchez


El Partido Popular ha celebrado su congreso, y como era previsible, ha sido un congreso sin alma, sin debate ideológico, sin propuestas de Gobierno y sin más objetivo que apuntalar un liderazgo que fuera de Galicia genera más dudas que certezas. Un congreso pensado para no molestar a nadie, ni siquiera a Pedro Sánchez, con la esperanza de que, si el viento sopla de cola y Sánchez termina devorado por su propia corrupción, la Moncloa caiga por inercia en manos de Núñez Feijóo, sin compromiso alguno con los españoles, salvo el de ocupar el sillón que hoy calienta el inquilino del Falcon.


La salida de Cuca Gamarra como secretaria general es un hecho lógico tras una gestión nefasta y crispada, convertida en ariete de un Feijóo que prometía moderación y se ha quedado en la indefinición más estéril. La sustituye Miguel Tellado, un gallego de confianza que deja la portavocía parlamentaria para que Esther Núñez tome el relevo. Cambios de piezas en el tablero sin cambiar el tablero, ni las reglas del juego, ni la estrategia errónea que lleva al PP a cometer el mismo error que ha cometido siempre: querer ser el PSOE de derechas, esperando que la izquierda le permita gobernar de prestado, a cambio de no tocar nada de lo que verdaderamente importa.


No hay debate ideológico, porque el PP hace años que renunció a cualquier ideología que no sea la de la comodidad y el cálculo electoral. Parece que conectan con Pedro Arriola vía “güija” para trazar una estrategia de no hacer nada, callar mucho y esperar que el desgaste de Sánchez les lleve a La Moncloa como si fuera una herencia biológica. Pero España necesita valentía, no gestores grises; necesita ideas nuevas, no meros administradores de las migajas que deje el PSOE.


España necesita desmontar el modelo autonómico que nos está llevando a la ruina, defender la unidad nacional, la soberanía, y garantizar que España como nación siga existiendo. Y, sinceramente, tengo muy serias dudas de que el Partido Popular sea capaz de esto. Entre otras cosas porque el PP sigue reivindicando a Mariano Rajoy, el presidente que hizo de tapón para la regeneración, que se convirtió en el mayor valedor de Pedro Sánchez y que supuso la tercera legislatura de Zapatero, porque fue incapaz de derogar una sola de sus leyes ideológicas.


El PP no es creíble. No lo es cuando se opone de boquilla a las leyes de memoria histórica, de género, o de ingeniería social, pero cuando gobierna no deroga ninguna. No lo es cuando critica el asalto institucional del PSOE, pero pacta con Sánchez el reparto del CGPJ, del Tribunal Constitucional o del Tribunal de Cuentas, dejando a VOX fuera de todos los organismos allí donde ha podido. El Partido Popular piensa en volver al tiempo del bipartidismo corrupto, de las mayorías absolutas, de los turnos pacíficos en el poder, sin darse cuenta de que ese tiempo ya no existe ni va a volver.

Al PP le quedan dos opciones: o gobierna en minoría con el apoyo del PSOE en un modelo de gran coalición al estilo europeo, o gobierna con VOX y acepta muchas de sus propuestas. No hay más. Todo lo demás es un engaño a sus votantes y una pérdida de tiempo para España.


El PP sigue con complejos, transmitiendo la sensación de que su agenda política se la marca el PSOE, y no se da cuenta de que vivimos un tiempo que no va de izquierdas o derechas, sino de patriotas o globalistas, de soberanistas o serviles, de quienes defienden la nación o quienes la traicionan cada día. El PP tiene que decidir de una vez dónde quiere estar y con quién: si con el PSOE, como ya ha demostrado en demasiadas ocasiones, o con VOX, con todos sus matices, pero defendiendo la integridad nacional y la libertad de los españoles.


El congreso del PP solo ha servido para reforzar, de cara a la galería, el liderazgo de un Feijóo que fuera de Galicia no cuaja, aunque sus palmeros le hagan creer lo contrario. Vive en una realidad paralela, en un país que no existe, igual que no existe un PSOE bueno, ni un Sánchez regenerador, ni un sistema que funcione para el ciudadano. La España real pide cambios de verdad, valentía política y principios. El Partido Popular, mientras tanto, sigue sin entender nada. O, quizás, lo entiende todo, pero su visión es errónea y cobarde.

Opinión: Javier Garcia Isac (EDATV.News)

 

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